
Cada vez se le hacía más difícil la búsqueda. Con el tiempo la relación
se fue deteriorando hasta llegar a nudos insostenibles.
Pero ahí estaba Mouzo, quien iba a seguir intentándolo.
Sabe que en algún lugar ella va a estar y sólo imagina como sus duros
dedos de invierno jugarán con su frío cuerpo -seguramente hasta
una próxima despedida-.
También sabe que de no volver a verla, su futuro tendrá un destino
diferente al que siempre creyó.
"En algún lugar tiene que estar, mis dedos están tibios y no aparece.
Esa puta moneda de $1 no aparece en el bolsillo roto de mi viejo gamulán".
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