
Nunca me dijo un lugar certero, supongo que porque jamás lo sabía.
Le gustaba improvisar y en esa improvisación estaba la sorpresa,
la mía y la de él.
A Jiménez lo cautivaban la magia y las panzas de los maestros pasteleros.
Muchas veces se hizo el rengo para que nos den un poco de comida,
otras veces me hacia esperar en una esquina o atrás de un cartel para robarse algo y cuando yo escuchaba un ladrido, como media cuadra antes, ya salía disparando lo más a fondo que podía.
Él era rápido, a mi la naturaleza me hizo mas lento y medio torpe pero le metía bala y me agitaba como enfermo pero ahí estábamos los dos, disfrutando aquella presa de manzana o chocolate.
Le gustaba improvisar y en esa improvisación estaba la sorpresa,
la mía y la de él.
A Jiménez lo cautivaban la magia y las panzas de los maestros pasteleros.
Muchas veces se hizo el rengo para que nos den un poco de comida,
otras veces me hacia esperar en una esquina o atrás de un cartel para robarse algo y cuando yo escuchaba un ladrido, como media cuadra antes, ya salía disparando lo más a fondo que podía.
Él era rápido, a mi la naturaleza me hizo mas lento y medio torpe pero le metía bala y me agitaba como enfermo pero ahí estábamos los dos, disfrutando aquella presa de manzana o chocolate.
¿Qué será de la vida de Jiménez?
2 comentarios:
muchas gracias por pasar y por tu comentario en mi blog.
Buenas cosas acá, me gustó el boxeador!
Un abrazo.
Qué buen homenaje a esas amistades... es una pena cuando se pierden por esta vida.
Publicar un comentario